El solsticio de invierno en el mes de junio no solo anuncia la llegada de la temporada más fría del año para los países del hemisferio sur, sino que en las comunidades andinas significa el comienzo de un nuevo año agrícola que se celebra los días 20 y 21 de junio.
El Inti Raymi es la fiesta del Sol de los Incas, una tradición que se transmite de generación en generación y que tiene, en la provincia de Catamarca, uno de los escenarios para su conmemoración durante el Año Nuevo Andino.
Los pobladores originarios se dan cita en los cerros y montañas a la espera de los primeros rayos del sol, que según la tradición andina, llegan cargados de energía cósmica. Un sacerdote ofrenda a la Pachamama en una hoguera y hace rogativas por buenas cosechas y buenos augurios para la salud y los negocios.
Una celebración abierta
Esta tradición ancestral es compartida con otros habitantes de la comunidad y con los turistas que llegan para participar de la ceremonia. En Catamarca, se celebra en el Sitio Arqueológico Fuerte Quemado, en las proximidades de Santa María, y en el Shincal de Quimivil ubicado en la localidad de Londres.
Fuerte Quemado fue parte del Imperio Inca, funcionó como un lugar de administración y producción (de chicha e hilado). En lo alto del morro se encuentra ubicada La Ventanita o Inti Watana, un reloj solar que organizaba el trabajo y marcaba las fechas festivas. Y hoy, cada 21 de junio, cuando los primeros rayos solares del invierno pasan por el centro de esta ventanita, se da inicio aquí a la gran fiesta del Inti Raymi. Entre cantos y rituales, los rayos del sol son recibidos repitiendo ceremonias antiguas, mientras se purifica y se bebe la chicha de maíz, a modo de ofrenda al dios Sol, a las montañas y a los cuatro puntos cardinales. Así se anuncia -y se recibe- el nuevo año andino que marca el comienzo de un nuevo ciclo productivo.
En el Sitio Arqueológico «Shincal de Quimivil» se realizarán distintas actividades abiertas a todo el público. Entre ellas, un Tinkuy (encuentro, reunión) de abuelos y abuelas de la región para conversar e intercambiar saberes; taller de alfarería, hilado y telar; preparación de alimentos con materias primas locales, juegos para grandes y para niños.
Las celebraciones religiosas finalizan con bailes y cantos ancestrales, representaciones de las que participan los propios pobladores, ferias de artesanías locales y regionales, y lo mejor de la gastronomía autóctona con sus ingredientes típicos como la quinua, la papa colla, la quiwicha y la carne de llama.
Vivir el Año Nuevo Andino es una oportunidad única de ser parte de un legado cultural que trasciende comunidades.
Crédito fotos: Carolina Cabrera