Bariloche y San Martín de los Andes, siempre más para conocer

Bariloche y San Martín de los Andes son dos clásicos del sur, para amantes de la nieve en invierno y de las actividades de aventura en verano. Pero cada año suman nuevas opciones para que quienes los visitan se sigan sorprendiendo con sus paisajes, hotelería y servicios en general. En un Fam Tour organizado por Grupo Ágil y Cuarto Continente pudimos conocer, junto a otras agencias turísticas, las propuestas para la temporada 2018-2019.

 

Bariloche, más que esquí

Bordeando el lago Nahuel Huapi hacia el oeste, por la avenida Bustillo o “los kilómetros” como también le dicen, empieza el recorrido del Circuito Chico con sus miradores para apreciar la belleza de la península de San Pedro y el Puerto Bueno o la Villa Llao Llao con el clásico hotel, Puerto Pañuelo enfrente desde donde parten las excursiones lacustres a isla Victoria, bosque de Arrayanes y Puerto Blest. El ascenso de 7 minutos en aerosilla hasta la cima del Cerro Campanario es la estrella del circuito. Son solo 200 metros de altura pero desde allí se puede tener una vista de los lagos que se formaron por la acción glaciaria y del istmo de Península de San Pedro que tiene 14 kilómetros de extensión y en donde hay gran variedad de alojamientos y servicios, ideal para quienes quieran realizar un retiro o un viaje de descanso. No hay excusas para no subir a este cerro, ya que si llueve ofrece en forma gratuita unas gruesas capas amarillas a los turistas que llegan desprevenidos por el clima y, una vez arriba, junto con la vista, la gran recompensa es beber un chocognac con alguna porción de torta en la confitería.

Si hay un circuito chico, también tiene que haber uno grande y así es el que se inicia en la zona norte del Parque Nacional Nahuel Huapi e incluye también Villa Traful y Villa La Angostura. Acá se puede ver una auténtica villa de montaña, con 400 habitantes. Hay dos excursiones imperdibles: buceo en el bosque sumergido, se trata de una experiencia maravillosa que nos permite ver árboles que quedaron de pie bajo el agua luego de que en los años 60 por un terremoto se desprendiera una laja completa de la montaña; y una caminata de 12 kilómetros que incluye la visita a un yacimiento arqueológico de pinturas rupestres y conocer la laguna Las Mellizas (lagunas verde y azul llamadas así por su cercanía).

Si bien en invierno la vedete es el equí en el Cerro Catedral, se recomienda no perderse la nueva excursión Nieve al Límite para divertirse haciendo culipatín o caminatas con raquetas de nieve llegando al Paso Samoré en Villa La Angostura.

En 2012 Bariloche fue nombrada “capital nacional del turismo aventura” y no es para menos porque todo el año, pero principalmente en verano, permite disfrutar a toda la familia de distintas actividades como canopy, tirolesa o rafting.

Para la temporada de calor el río Manso, cuyo caudal llega desde el cerro Tronador, contradice su nombre para llenar de adrenalina a quienes se animen a hacer rafting en niveles 3 y 4, eso sí serán recompensados con sorpresas en el camino. Para los más tranquilos o quienes tengan hijos chicos, la flotada en el río Limay es ideal porque permite hacer rafting en niveles 1 y 2 en un entorno paradisíaco que llega hasta Valle Encantado, un lugar de formaciones volcánicas en donde se pasa un divertido momento jugando a encontrar las figuras que se formaron con los años.

En grupos pequeños, las salidas de observación de aves son una opción para los amantes de la naturaleza que podrán ver más de 60 especies. Y si se busca combinar tradición con diversión, un día en alguna estancia es ideal para hacer turismo rural y participar de la esquila de oveja, realizar cabalgatas en medio de la estepa donde puede verse la chimenea de algún volcán, ver algún espectáculo de folclore y, por supuesto, degustar un rico cordero o asado a la cruz.

Si te gusta vivir la montaña en todo su esplendor, no podeés dejar de visitar alguno de los efugios. En el Valle del Challhuaco la excursión es de todo el día con caminata con raquetas a la laguna Congelada (en invierno es una pista de patinaje) o esquí de fondo y, para reponer energías, un guiso de lentejas increíble. Por la noche, el refugio Arelauquén, un restaurante de montaña ubicado sobre un mirador natural a 1300 mts de altura en la cumbre sur del Cerro Otto, nos ofrece un anochecer inolvidable combinando un ascenso en camionetas 4×4 y luego un trayecto en motos de nieve para vivir la experiencia de una cena en un lugar rodeado de añosas lengas cubiertas de nieve y con vista al lago Nahuel Huapi. Solo hay que tener en cuenta que se realiza de junio a septiembre.

Dentro de cerro Catedral, el refugio Agostino Rocca también nos espera con una rica cena regional luego del ascenso en cuatriciclos. Ubicado a 1620 metros sobre el nivel del mar, el Refugio López, nos recibe con nieve en sus alrededores durante todo el año, un lugar hermoso para hacer senderismo o caminatas con raquetas, desde el que se puede ver la caída del sol y cómo se combina un cielo rosa con el violeta de las montañas.

Para los que prefieren la playa, Bahía Serena cumple su deseo de arena y sol con una temperatura promedio de 15 grados en sus aguas verdes el Nahuel Huapi en las que se pueden hacer kayak o practicar stand up padel.

Después de cada excursión siempre viene un momento de relax y qué mejor que disfrutar de la gastronomía típica en el Patacón y el Boliche de Alberto, dos lugares muy recomendados por los guías locales, y recordar las experiencias del día tomando alguna cerveza en una de las tantas cervecerías artesanales que tiene la ciudad que próximamente será declarada Capital de la Cerveza Artesanal.

En el camino… siete lagos

Viajar de Bariloche a San Martín de los Andes no es solo transitar 190 kilómetros por la mítica Nacional Ruta 40. Es seguir maravillándonos con los paisajes que nos regala el sur, pintados de color blanco en invierno, ocre en otoño y una gama de rojos y violetas que se mezclan con el dorado del sol en primavera y verano. Cada paso de ese recorrido vale la pena disfrutar, por eso es un paseo en sí mismo que hay que tomarse con tiempo para entrar en Villa La Angosta y conocer, además de su centro comercial y el Cerro Bayo, la zona histórica donde se encuentran la entrada al bosque de Arrayanes (único en el mundo) y Bahía Brava, una hermosa playa con su muelle.

 Cuando la excursión se hace por transfer, es imperdible el paseo en lancha que sale desde Puerto Manzano, a 6 kilómetros de la Villa. Un paseo compartido con no más de 12 personas en donde el guía y conductor nos va contando que el lago Nahuel Huapi tiene 552 km2 de superficie y su parte más profunda sondeada hasta hoy tiene 470 metros, con una temperatura en sus aguas color esmeralda de entre 6 a 10 grados. Durante una hora estamos inmersos en la naturaleza con cerros de un lado donde abundan los pinos (plantación exótica) y las distintas especies de Nothofagus como lengas, cohiues, raulí y ñires; mientras que, en su opuesto, angostas playas con arena de origen volcánico (las cenizas más blancas recuerdan a la erupción del volcán Puyehue, y las más oscuras a las del Calbuco en 2015, ambos chilenos) bordean todo el recorrido. El acceso a estas playas es público, aunque muchas casas tienen su salida directa. El recorrido, por las aguas color esmeralda, llega hasta Cumelen, el primer country club de Argentina fundado en 1939 por Ezequiel bustillo, quien fuera presidente de Parques Nacionales.

Luego de la travesía, el camino hacia San Martín de los Andes sigue por el camino de los Siete Lagos. Es imprescindible parar en cada uno porque ninguno es igual al otro: Espejo, Correntoso, Escondido, Villarino, Falkner, Machónico y Lácar. Algunos tienen playas a las que en verano turistas y locales van a pasar el día.

 

 

 

 

 

 

 

San Martín de los Andes, pueblo sin semáforos

Llegar a este lugar es poner un freno al tiempo, respirar hondo y llenarnos de toda la energía que nos brindan los cerros que rodean el poblado. Con solo unos minutos de caminata podemos pasar por su hermoso centro comercial para conseguir productos regionales, llegar hasta el muelle y regalarnos unas horas en a playita del lago Lácar contemplando la intensidad de sus colores, emprender la subida al mirador Arrayán desde donde tendremos las mejores vistas panorámicas y degustar un riquísimo té con torta o sándwich (el de cordero ahumado es especialmente recomendado) en la Casa de té Arrayán que volvió a abrir sus puertas para recibir a los turistas todo el año, o hacer un trekking por el cerro Bandurrias siguiendo las huellas que se abren entre los árboles hasta llegar al mirador donde el paisaje nos deja sin aliento. Allí mismo, se puede acceder con una entrada muy accesible a la comunidad Mapuche y en media hora llegar hasta La Islita, una playa de piedras donde el único sonido es el de las aves y el del suave oleaje del agua, quienes se animen pueden cruzar a nado a la isla que está a pocos metros.

Por tierra o catamarán otro lugar a visitar es Quila Quina, en tierras de la comunidad mapuche Curruhuinca, encontramos una extensa playa llena de Pataguas, árboles de la familia de los arrayanes que pueden vivir con humedad por eso cuando el lago crece los encontramos inmersos en él y su color plateado nos hace acordar a las escenas de la película Las crónicas de Narnia. En el lugar hay servicio de camping, alojamientos, una confitería para tomar un rico chocolate caliente frente al lago y puestos de artesanías, todo preparado para la accesibilidad de personas con discapacidad.

En San Martín de los Andes hay muchas playas para elegir como las del lago Lo Log o la Playa Esmeralda, que está a 27 kilómetros y sorprende por sus piletones naturales, piedras, arrayanes y bosques.

Un recorrido por las calles de la ciudad, si observamos bien, también nos lleva a conocer cómo era la vida en las primeras décadas del 1900 en esas casas que aún se conservan y hoy son declaradas Patrimonio Histórico. Construidas en el medio del terreno, nunca falta la galería frontal para recibir a las visitas y otra lateral donde se hacían las tareas domésticas como mantener la huerta, los frutales o las aves de corral. Íntegramente hechas en madera, con pisos de raulí y lenga, sus aberturas eran pequeñas para conservar mejor el calor.

Antes de finalizar este viaje, te sugerimos una caminata por la calle Los Cipreses. En toda su extensión acompaña el cauce del arroyo Trabunco que, inquieto y desafiante, en algunos lugares pasa por dentro de los terrenos de las casas regalando enorme simpleza de la naturaleza.