¿Cuántas veces dijiste esta vez sí me voy de vacaciones y no llevo la compu? O… ¿prometo que no voy a estar pendiente del celular ni mirar mails? En la era digital, nos es muy difícil cumplir estas promesas porque la tecnología nos permite compartir al instante con nuestros seres queridos estando a miles de kilómetros de distancia, porque además de un teléfono el móvil es nuestra cámara de fotos (y nos es imposible usarlo solo con ese fin sin tentarnos de mirar el whatsapp) y porque tener conexión nos asegura seguir conectados con el trabajo. Pero hay una tendencia que, sorprendentemente, está llegando al turismo y es la de pasar del FOMO al JOMO. ¿De qué se trata? Te lo contamos en esta nota.
Cansados de la dependencia tecnológica, muchos turistas están pasando de sentir “el miedo a perderse algo” (que nuestros amigos y conocidos estén comentando a través de las redes sociales, Whatsapp, etc, porque nos hemos dejado el móvil en casa o en el hotel), eso es lo que significa FOMO o «Fear of Missing Out», a disfrutar de la “alegría de perderse algo”, o su acrónimo en inglés JOMO (Joy of Missing Out).
Viajar en modo analógico
Según un informe presentado en la feria World Travel Market de Londres, el 56% de los consumidores estadounidenses reconoce que la tecnología le resulta muy útil para mantenerse en contacto con familia y amigos e inspirarse para sus viajes. Sin embargo, un segmento cada vez mayor rechaza usar el smartphone en sus vacaciones y desea una «experiencia analógica» para desconectar del mundo digital.
En el caso de los turistas británicos, un 58% admite que le gustaría estar sin tecnología durante sus vacaciones, porcentaje que se eleva hasta el 75% en el segmento de los turistas de lujo.
«Por un lado, los consumidores reconocen estar muy atados a sus móviles para inspirarse, reservar… Pero cada vez más, también perciben los riesgos de ser tan dependientes de la tecnología. Se enfrentan a un dilema digital» explica Paul Davies, responsable de investigación turística de Mintel, empresa dedicada a hacer estudios de mercado. «La gente es más consciente sobre las consecuencias de usar tanto los smartphones: se sabe que puede afectar negativamente a la calidad del sueño, también hay más y más padres preocupados por el número de horas que pasan sus hijos ante las pantallas, etc», explica.
Vacaciones anti-tecnológicas
No se trata de viajar 100% desconectados, algo que en el siglo XXI nos resulta imposible. Pero sí de tener conciencia de que la tecnología es una herramienta y no una extensión de nuestro cuerpo, que podemos seguir respirando si nos alejamos unos minutos o unas horas de ella, y por qué no algunos días.
Los turistas que comprenden que es más importante ese instante de silencio en el que contemplan la inmensidad de un paisaje o ese momento en el que dialogan con un local sobre sus costumbres, antes que el click de una foto o la búsqueda de wifi para publicarla en tiempo real, aseguran -como indica otro informe de la consultora Euromonitor- que «el deseo de desenchufar está impulsado por una necesidad de autenticidad, privacidad y el disfrute de las relaciones cara a cara y experiencias vitales».
Promover experiencias analógicas, que nos conecten con el aquí y ahora de lo que estamos viviendo, ofreciendo destinos que nos saquen del camino tradicional y de la vorágine diaria, es el desafío del turismo consciente.