A mitad de camino, entre las ciudades de Junín y Chacabuco en la provincia de Buenos Aires, por la Ruta Nacional 7 nos sorprende un acceso totalmente asfaltado que nos lleva hasta la localidad de O´Higgins. Unos kilómetros por tierra, primero bordeando la estación, hasta la que hace unos cinco años llegaba el tren de la línea San Martín, y luego cruzando las vías para avanzar por un camino recto, llegamos a la entrada de la Mariápolis Lía.
Traspasar la tranquera es ingresar a la mística de una ciudadela formada hace medio siglo sobre un predio de 50 hectáreas que antiguamente perteneció a los monjes capuchinos. Fueron Lía Brunet y Vittorio Sabbione, dos italianos, quienes eligieron este lugar para establecer las primeras comunidades inspiradas en la espiritualidad de la unidad, propia del Movimiento de los Focolares fundado por la italiana Chiara Lubich quien falleció en 2008 a los 88 años.
Se trata de un nuevo estilo de vida donde la ley de sus habitantes es la fraternidad universal, como anticipo concreto de un mundo unido. Así viven hoy las 180 personas que habitan en forma permanente y reciben a jóvenes, entre 18 y 30 años, de todo el mundo que llegan para pasar nueve meses de formación integral y basada en la espiritualidad del movimiento sobre tres ejes: la identidad, las relaciones y las elecciones. “La idea es poder acompañarlos en este proceso de hacer elecciones libres que coincidan con su identidad. Todo en el marco de una propuesta de espiritualidad de la unidad con un estilo de vida que tiene que ver con el movimiento. Todas las mañana trabajan en nuestras actividades y con eso viven aquí”, cuenta María del Carmen Raposeiras, Directora de Relaciones Institucionales de la Mariápolis.
Producción propia
Por caminos escoltados por frondosos árboles, nos encontramos con un primer barrio, Villa Blanca. Allí hay un auditorio para 800 personas, una casa de huéspedes con habitaciones compartidas para grupos y lo que llaman la Exposición, un pequeño centro comercial donde venden los productos que ellos mismos fabrican. No solo podemos probar riquísimos alfajores, conitos, bombones, dulces, mermeladas y helados artesanales sino que también podemos recorrer la fábrica donde los producen. Además, realizan artesanías, peluches, muebles y juguetes en madera.
Dos días en la vida
Nos adentramos un poco más en esta ciudadela y, mientras pasamos por algunas casas particulares de familias o consagrados que viven allí todo el año, llegamos al barrio Campo Verde. Es el lugar elegido para recibir a quienes quieran visitar la Mariápolis durante dos o cuatro días, de jueves a domingo.
En las instalaciones de un antiguo convento, cuentan con habitaciones dobles, triples, familiares, con baños privados o compartidos. Hay un bar y se ofrece pensión completa con comida bien casera. En el desayuno, las medialunas calentitas y las mermeladas se llevan todos los aplausos. “Es muy recomendable para todas las personas que quieren disfrutar de la naturaleza, del descanso, de un clima de tranquilidad. Es un lugar único, donde podés encontrarte con chicos de nacionalidades distintas, lo que le da una riqueza muy especial. Se hace vida de campo, viendo los atardeceres y el cielo estrellado”, dice María del Carmen.
La propuesta incluye distintas actividades que pueden variar según el fin de semana. Desde avistaje de aves, observación de las estrellas junto a un astrónomo y su telescopio, hasta compartir con los jóvenes meriendas típicas de sus países como los churros de España, los cagnoli de Italia o las torta fritas de Argentina, mientras nos cuentan sobre sus costumbres.
También hay visitas guiadas a los barrios de la Mariápolis, a los talleres de producción y la carpintería, y al cementerio donde se encuentran, entre otros, los restos de Lía Brunet y Vittorio Sabbione, que fallecieron en 2005 y 2010 respectivamente. Cuenta con dos capillas y dos horarios de misa cada día.
Es un lugar ideal para ir con chicos, llevar bicicletas o patines, y compartir paseos por callecitas que invitan a olvidarse de los peligros de las grandes ciudades. Además hay una plaza con juegos, canchas de vóley y de fútbol.
A la entrada de la Ciudad de María, significado del nombre Mariápolis, nos encontramos con una laguna en la que “a veces se pueden ver flamencos y se disfruta de unos atardeceres increíbles”, nos cuenta la Directora de Relaciones Institucionales.
Ciudad ecosustentable
El respeto y cuidado por el medio ambiente también es un compromiso de vida y así lo viven en esta comunidad quienes para el año 2025 tienen el deseo de llegar a ser una ciudad ecosustentable. “Un pilar fundamental es el cambio de chip”, afirma María del Carmen. Hoy están en ese camino con acciones como las de separar la basura, hacer compost, reciclar, consumir menos, cuidar el agua, colocar un bio digestor y tener una educación en la austeridad.
Se trata de “estar en el mundo de una forma responsable y sobre todo para las generaciones futuras”. Por eso, el próximo desafío será instalar paneles fotovoltaicos para producir energía limpia.
Esta Mariápolis es una ciudadela de tranqueras abiertas para todo el que quiera tomarse un tiempo de relax, casi sin señal de wi-fi, en contacto con la naturaleza, y conocer la vida de una gran familia dispuesta a recibirlos. Hacé click acá y descubrí el programa que tenemos para ofrecerte.