Cuando María Florencia Gilardoni planeó sus vacaciones en San José, provincia de Catamarca, sabía que no sería un viaje más. Desde el inicio se dejó llevar por la propuesta de turismo sustentable y solidario que le preparó especialmente para ella Vivi, una de las agentes de viajes de Boomerang Viajes, y comenzó a vivir lo que describe a cada instante como “una experiencia muy nutricia”.
Su objetivo era claro: “Hacer algo distinto, pero pensado, a propósito, con intención y un sentido”. “Si bien tengo un espíritu de sustentabilidad con el medio ambiente y de conexión, en este último tiempo empecé a tener un registro mayor”, dice Florencia y agrega que “el concepto de turismo sustentable lo empecé a incorporar este año tratando de pensarme a mí misma como sustentable”.
Así, llegó a Boomerang Viajes “buscando la sustentabilidad” para sus próximas vacaciones. Dispuesta a viajar sola, como ya lo había hecho en otras oportunidades, y a dejarse sorprender. “Me entregué a la experiencia al 100 por ciento y me dejé mimar en todo el recorrido. Lo vivencie de una manera muy linda por poder estar súper presente y conectada, y por la gente que conocí”.
Bajar las pulsaciones
Su vuelo llegó desde Buenos Aires a la capital tucumana donde, luego de pasar una noche, comenzó a vivir su experiencia de intercambio auténtica. Tomó el colectivo local y durante cuatro horas fue testigo de la rutina diaria de un pueblo que tiene a la caña de azúcar como su principal medio de vida. “Es hermoso ver subirse a los nenes al colectivo, conversar con el chofer, conocer cómo viven”, recuerda.
En su celular, con señal de internet que va y viene, tenía una foto del frente del que sería su alojamiento por siete días. Al bajar del micro, en la estación de servicio de San José, no tuvo más que mirar esa imagen para darse cuenta que con solo cruzar la calle ya estaría siendo recibida por Norma, su anfitriona que la esperaba con limonada, mandarinas y productos hechos por ella (que también vende) como pasas de uva y duraznos secos. “Además me mostró sus licores y me contó el proceso y su conexión con lo que produce, la importancia de estar conectada con las ganas de elaborarlos, cómo corta las plantas en un determinado momento y les pide permiso, es muy respetuosa de los ciclos”, destaca Flor.
Entre charla y charla, a veces “tomando un vinito hecho por ella en la galería de la casa contemplando el atardecer”, Norma le contó que su marido estaba trabajando en la zafra y también la invitó a conocer a su hermana, que vive en Santa María de Catamarca a quince minutos de San José, y realiza unos diseños al crochet que dejaron boquiabierta a nuestra viajera.
Desde el primer momento comprendió que en los pueblos del interior se vive a otro ritmo. “Estando allá entendí los tiempos. No tenían mucha conexión a internet, por eso la gente demora en responder para confirmar las actividades, por ejemplo”. Sin embargo, lejos de ser un obstáculo, fue una gran oportunidad para “bajar las pulsaciones y vivenciar la experiencia”.
Para Florencia, “cada día tenía su encanto”: conocerse con una persona nueva, charlar de su vida, hacer un taller, ir a tomar el té a la casa de alguien que la esperaba con panes caseros, conocer el proceso de cada producción artesanal. Así, compartió sus viajes con Guillermo que la llevaba a cada actividad mientras le contaba cómo proyectaba darle más valor a su servicio. Lili, junto con Norma, fue su guía durante varios días y, al enterarse de su pasión por lo artesanal, la llevó a conocer la escuela Aurora, un espacio de formación profesional donde le explicaron toda la cultura y la historia del trabajo en cerámica.
Además de un trekking por el Cerro de Colores, hizo tres talleres: cardón, metalistería y telar. También visitó a un productor de especias y quedó sorprendida por la variedad de aromas. “Fui compartiendo momentos con distintos emprendedores y probé comidas típicas de la región como el anchi (postre a base de harina de maíz), humita, guiso, arroz con leche, todo muy casero”.
El Tinku
Un capítulo especial en el viaje de Florencia está dedicado a la Cooperativa de Artesanas Textiles Tinku Kamayu, nombre que en quechua significa “reunidas para trabajar”. Cada vez que habla de este lugar, su emoción y el brillo en los ojos se hacen más fuerte. “La experiencia del Tinku fue maravillosa, ver cómo las fue transformando, es un lugar de conexión con lo femenino donde más allá del sustento económico hay un espacio de contención”, expresa y cuenta que “conversamos mucho, me contaron que empezaron en 2001 con 5 pesos y 5 kilos de lana”.
Por iniciativa de Margarita Ramírez de Moreno, estas mujeres rescataron las técnicas ancestrales de hilado y tejido de la cultura calchaquí para trabajar la lana de llama y oveja. Hoy se las puede visitar, compartir su historia mate mediante y, no solo conocer el proceso de producción sino también comprar sus productos. “Cuando estaba eligiendo un poncho del que me enamoré, entró Margarita y, sin saber que era ella, la miré y se me empezaron a caer las lágrimas. Me hicieron una ceremonia muy hermosa y en ese momento cerré los ojos y me dispuse a conectar con otros sentidos, sentí que tocaron mi corazón”, expresa Flor.
Valorar las raíces
Solo con la visita de Florencia, se conectó el trabajo de alrededor de 11 familias para que pudiera disfrutar de su estadía en la calidez de un alojamiento familiar, conociendo e intercambiando cada día nuevas experiencias. “Tomar dimensión de ello, darle otra simbología al viajar y que sea realmente disfrutar me permitió ampliar la mirada. Mucha gente tiende a desmerecer el trabajo artesanal, el verlo y el hacerlo te hace valorarlo realmente”, dice.
Las emociones continuaron hasta el último minuto de su viaje cuando, espontáneamente, fue recibiendo de cada emprendedor un regalo como recuerdo y gratitud por su paso por San José y Santa María de Catamarca. “Siento que fue un viaje holístico donde hubo una integración de cuerpo, mente y espíritu. Me encantó conocer y abrirme a mujeres, conectarme con su fuerza. Todos tenían un espíritu de sumar valor a lo que hacían, le ponían mucha pasión para que yo pudiera conocer lo que hacen y la belleza natural de su pueblo. Cada uno queriendo hacer lo mejor por más simple que fuera su producto. El dar y recibir fluyeron naturalmente”, resaltó.
Para Florencia, lo que hizo aún más especial y hermoso su viaje “fue toda esa organización que me permitió conectarme y relajarme, confiando en que lo que iba a suceder iba a ser lo mejor. Fue un viaje de mucho tiempo presente. Viajar para mí es amar con todos los sentidos, que estén activos y poder experimentar” afirma y ¡no hay dudas de que así lo hizo!
Viví vos también como Florencia tu experiencia de turismo sustentable y solidario: (54 11) 4373-4116 / info@boomerangviajes.tur.ar